Crónicas de viaje

*Por Flavia Nams

Muchas personas suelen hacerme la misma pregunta.  No importa de qué nacionalidad o cultura sean. La pregunta es la misma, en español o en inglés. «¿Por qué viajas sola? ¿No tenés miedo?»

Sepan disculpar el error ya que son dos preguntas. Depende cuanto quiera escuchar el otro sobre mi vida, suelo explayarme más o menos en mi respuesta.

La realidad es que la mayoría de los que deciden viajar, sean hombres o mujeres, lo hacen por el simple hecho de que en algún momento de sus agitadas o estancadas vidas se dieron cuenta que no podrían concebir vivir de otra manera. Viajo porque quiero hacerlo. Jamás pensé en si lo hacía sola o acompañada. Nunca me hice esa pregunta. El que desea realmente viajar lo hace en compañía o sin ella, de a ratos, por meses, por años o, en el mejor de los casos, por siempre.

Formas de viajar hay miles. En el camino vas encontrando cuál es la mejor manera de hacerlo para ti y de paso te vas conociendo un poco más.

¿Miedo a viajar? La verdad, lo que más miedo me daba antes de iniciar este viaje era imaginar llegar a tener muchos años, estar sentada en una reposera viendo la vida pasar desde alguna ventana y no tener nada por qué sonreír. Estar vacía de anécdotas y de extraordinarias experiencias es lo que más miedo me daba. Siempre me sonó muy cliché decir que hay que hacer lo que realmente deseamos. Pero desde mi propia experiencia y desde lo más profundo de mi ser, puedo decir y afirmar que no hay nada más increíble para el ser humano que conectar con su deseo. Y a partir de ahí el mundo se vuelve interminable y ya no se espera a que sea viernes o que lleguen los benditos 15 días de vacaciones para poder disfrutar de todo lo que realmente te hace feliz.

Y es que podes leer mil blogs de viajes (yo lo hice por mucho tiempo), buscar pasajes a cualquier destino todo el tiempo, seguir subiendo fotos de viajes anteriores y hasta tachar el calendario con los 364 días que restan para tu próximo destino. Podes seguir así toda la vida. Pero te puedo asegurar que hay mucho más que aprender si dejas de lado tantas preguntas y empiezas a encontrar tus propias respuestas.

Durante mi viaje me he encontrado con mucha gente que al conocerme suele decir que soy una mujer «muy valiente». Les parezco valiente por estar viajando sola por tanto tiempo. Siempre que me lo dicen me quedo pensando bastante sobre si realmente soy una valiente y me di cuenta que lo que estoy haciendo lo puedo hacer porque estoy en un lugar de completo privilegio. Mi privilegio es tener amistades y a una gran familia que siempre me da una mano cuando lo necesito. Mi privilegio es haber recibido educación. Mi privilegio también es ser una mujer blanca y heterosexual. Por todo esto, no creo ser una mujer valiente por estar haciendo algo que quiero hacer. Valiente para mí son todas aquellas personas que salen a las calles a luchar por sus derechos, soportando la humillación, las balas y hasta la muerte.

Valiente para mí, son aquellos que aunque el estómago les duela de aguantar tanta hambre, la siguen remando para seguir sobreviviendo.

Valiente para mí son los marroquíes cruzando el mar Mediterráneo en botes de goma intentando encontrar una mejor vida en otras tierras. 

Por todo esto, no puedo considerarme una mujer valiente. Simplemente estoy haciendo uso, a mi gusto, de un gran privilegio que tengo.

¿Podría seguir viajando? Sí, podría. Y también podría dejar de hacerlo. En realidad, puedo hacer lo quiera, como quiera y cuando quiera. Y eso, para mí, se llama libertad. Viajar, me hizo conocerme bien a fondo. Encontrar mi lado más oscuro pero, también reconocer mi lado más fuerte y valiente.

Viajar sola no es lo mismo que viajar acompañada.

Viajar sola siendo mujer no es lo mismo que viajar solo siendo hombre. No es ni peor ni mejor, es diferente. ¿Por qué es diferente? Lamentablemente porque desde que somos pequeñas nos compran muñecas para fingir una futura maternidad, nos visten con moños y vestidos de colores. Nos hacen sentir frágiles y vulnerables. Nos enseñan a cocinar, planchar, lavar, a guardar silencio para no parecer una «nena maleducada», nos enseñan a no gritar, a cruzarnos de piernas hasta aguantarnos los pedos y los eructos. Nos aconsejan que aunque te guste mucho un chico, no tengas sexo la primera vez que lo ves porque va a pensar que sos una puta. Y podría seguir pero no.

Viajar sola me despojó de todos esos pensamientos de mierda que jamás creí pero de alguna manera seguían rondando por mi cabeza.

Viajar sola me dio la libertad de decidir por mí misma todo el tiempo, pedir ayuda cuando la necesito y no por eso sentirme una fracasada, todo lo contrario, me hizo ser más humilde y agradecida.

Viajar sola me mostró mi lado más auténtico y real. Me pinchó el enorme globo de fantasías que creía que existía. Me paró de frente con la verdad, mi verdad.

Viajar sola me enseñó a soltar, a dejar ir, a no poder ni querer controlar más nada ni a nadie. A disfrutar del momento y dejarlo ahí, en ese momento.

Viajar sola es algo que debería hacer toda mujer alguna vez en su vida.

Si alguna vez decido volver, no tengo miedo de hacerlo ni de empezar de cero de nuevo. Nada me da miedo. Porque viajar sola es eso. Darte cuenta que podes hacer cualquier cosa. Seguir viaje o quedarte quieta en un lugar.

No importa lo que decidas hacer porque podes con TODO.

Mientras caminaba cargando nuevamente mis mochilas, comencé a pensar en el movimiento.

¿Qué es el movimiento? La tierra por sí misma está en constante movimiento y gracias a ese acto tan pero tan poco valorado, nuestros ojos se impregnan de toda la magia que se encuentra en cada amanecer y atardecer. Tanto se mueve que nos deja instantes de estrellas fugaces y lunas redondas. 

Seguí caminando, pese al cansancio, al calor y a la incertidumbre que me acompaña desde hace siete meses cuando decidí dar mis primeros pasos. Y vuelvo a pensar ¿Qué es para mí el movimiento? Es eso que me impulsa siempre a seguir avanzando. El movimiento nos lleva siempre a lugares nuevos y desconocidos pero son los que verdaderamente nos acercan a nuestro plan. Ese plan que el corazón conoce desde antes que vos lo sepas.

Y si la tierra se mueve para regalarme diferentes atardeceres ¿Por qué quedarme quieta? Creo que no tengo dudas. Lo estoy sintiendo. El movimiento me invita a descubrir una versión completamente distinta y nueva de mi misma.

Deja un comentario

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar